¿Qué es el inconsciente?
Parece un término abstracto o inasible. A algunos psicólogos no les gusta el término, porque -en cierta forma- se ha abusado de él, ya que es fácil echarle la culpa de todo lo que nos sucede. ¿Tenemos pena?, es por algo inconsciente; ¿hiciste algo de lo que ahora te arrepientes?, fue por un deseo inconsciente. ¿Algo no te resultó?, es que quizás inconscientemente te saboteaste a ti mismo/a.
No obstante, si logramos ir dándole forma a este inconsciente, haciéndolo tangible de algún modo, empieza a aparecer como algo cada vez más real para nosotros. En un nivel muy personal, hallamos que nuestro inconsciente son muchas emociones, sensaciones, dolores... ocultos a nuestra propia conciencia ordinaria de todos los días, todo eso importante que nos ocurre (a nivel emocional, sobre todo), pero que nosotros no le damos la debida atención o importancia, o simplemente lo ignoramos. De un modo muy básico, podemos incluso equiparar al inconsciente con nuestro cuerpo, muchas veces olvidado y subvalorado, ya que poca conciencia tenemos generalmente de él. Solemos desoír sus avisos, y prueba de esto son la innumerable cantidad de enfermedades psicosomáticas que tenemos las personas en la sociedad actual.
Cuando un paciente viene porque presenta algún síntoma (ansiedad, depresión, conflictos, insomnio, síntomas psicosomáticos, etc.) y éste no es atribuible a alguna causa orgánica, es posible pensar que la causa se halla en alguna necesidad, algún dolor y/o alguna emoción que –aun habiéndose producido- nosotros no procesamos conscientemente o, más sencillamente, no nos parece aceptable.
Y aquí aparecen los “mecanismos de defensa” señalados por los seguidores de Freud: la represión, la racionalización, la negación, etc. que de alguna manera son formas que tenemos de mentirnos a nosotros mismos, de “tapar” eso que nos pasa pero que no nos gusta. Muchas veces, por ejemplo, si una experiencia es muy dolorosa, el mecanismo podría ser “desconectarnos”. Esto sin duda tiene gran utilidad: en tiempos de crisis nos permite salir adelante. Si nos dejáramos apresar por el dolor, el miedo u otras emociones, probablemente no podríamos sobrevivir o superar la adversidad. El problema está cuando nos olvidamos de la emoción o del dolor y llegamos a pensar que nunca existió. Y así pasa el tiempo, los años, y de pronto de la nada aparece un síntoma: es lo reprimido, lo olvidado, lo excluido que retorna.
Una pena, una irritabilidad o hipersensibilidad que no sabemos de dónde viene, ansiedad, llanto, falta de ánimo, fatiga… (la lista es interminable), todos son maneras que tiene nuestra parte inconsciente (nuestro cuerpo, nuestras emociones, nuestro dolor) de manifestarse. Es como un niño abandonado que vuelve –lleno de rabia- a sacarles en cara a sus padres por haberlo abandonado.
Es así como se presenta el dolor, el síntoma, como un extraño que viene a complicarnos la vida, a aguarnos la fiesta.
Hasta ahora hemos estado hablando del inconsciente personal. Gracias a C. G. Jung sabemos que además existe otro nivel –más profundo- del inconsciente: el “Inconsciente Colectivo”. Con esto Jung se refiere a un nivel más arcaico y universal del inconsciente, donde estarían los arquetipos: estructuras heredadas que nos dan la posibilidad de “sentir” o “saber” cosas que nunca en nuestra vida hemos hecho antes. Sin embargo, instintivamente las sabemos.
Por ejemplo, ¿qué significa ser madre? ¿qué significa ser padre? Una persona cualquiera estaría en condiciones de saber “ser madre” o “ser padre”, de sentir algo con eso, a pesar de no haber tenido antes la experiencia, y a pesar incluso de haber sido huérfano (o sea, nunca supo cómo lo hacía su padre o su madre). Por eso decimos que son estructuras que se heredan, que ya están. En ese sentido, muchos mitos, muchas historias, muchos personajes de la literatu
ra o el cine, existen también en nuestro psiquismo. Por eso nos resuenan.
El Inconsciente personal y el Inconsciente Colectivo son dos niveles con los cuales los terapeutas debemos aprender a trabajar.
En el inconsciente personal hallamos –como dijimos antes- nuestro dolor, nuestras emociones reprimidas, nuestros Complejos (como diría Jung), o nuestros “rollos” personales (como diríamos comúnmente). Son cosas que tienen su origen en las vivencias que hemos tenido, pero que no están debidamente significadas, no las hemos “digerido”, comprendido adecuadamente; por eso nos perturban y nos conflictúan.
Vemos aquello que no queremos reconocer en nosotros mismos: nuestra “sombra” psicológica.
Siempre al comenzar una terapia empezamos por el inconsciente personal. Empezamos sacado el dolor, la culpa o la rabia reprimidos. Empezamos haciéndonos consciente de esas heridas que cargamos en nuestra historia. Nos vamos haciendo conscientes de los mecanismos por los cuales nosotros mismos a manudo nos saboteamos o nos autoengañamos. Vamos reconociendo nuestra “sombra” psicológica de la cual son parte nuestros complejos. Normalmente la relación con nuestros progenitores ha dado origen a un Complejo Materno Negativo y un Complejo Paterno Negativo, cada uno con una naturaleza particular única. Por otra parte, tenemos el Complejo Narcisista, el cual tiene que ver con que en la vida hemos creado una “máscara” o un “personaje” de nosotros mismos que ha reemplazado al ser verdadero (por eso no somos felices, ni auténticos; al complejo narcisista también muchas veces se le conoce como el “ego”, el cual no tiene nada que ver con el yo –por eso podemos tener mucho “Ego” y tener al mismo tiempo la autoestima muy baja).
En síntesis, decimos que todo comienza por explorar el Inconsciente Personal. No obstante, en la medida que el trabajo avanza, también vamos empezando a descubrir eso que pertenece al Inconsciente Colectivo. Una vez que se empieza a reconocer y a integrar “la sombra” psicológica, también empezamos a tener acceso –de alguna manera- a la sabiduría propia de este nivel más profundo. Empezamos a encontrar un sentido más allá de nosotros mismos. Empezamos a descubrir –por ejemplo- nuestro sentido o misión en la vida. Vamos siguiendo las pistas que el Inconsciente Colectivo nos va poniendo, (y recordemos que esta parte del Inconsciente es más bien “sabia” y tiene mucho que enseñarnos). Acá se descubren y desarrollan las potencialidades, las funciones no desarrolladas. Este trabajo con el Inconsciente Colectivo es –por así decirlo- un trabajo mucho más creativo, para el cual utilizamos la imaginación, los sueños, las historias, el arte, la mitología, entre otras. A mí, personalmente también me gusta integrar
El trabajo con el Inconsciente es el centro de todo trabajo terapéutico profundo. Podemos trabajar las conductas, la parte superficial, pero si no entramos a descubrir lo que ocurre “tras bambalinas” lo más seguro será que cualquier cambio no será duradero.