El dolor es inherente a la vida misma; todos lo sabemos y a menudo justificamos lo que nos pasa con un dejo de amargura y resignación.
Las canciones, la poesía e incluso las expresiones religiosas ponen de relieve el dolor como una experiencia básica e ineludible de todos nosotros. El dolor también puede indicarnos que algo en nuestra vida anda mal, como ocurre con el dolor físico que es un aviso a que algo está atentando contra la salud o integridad de nuestro cuerpo.
El dolor psicológico, aquél que muchas veces interpretamos como angustia o como sufrimiento, es la razón por la que muchas personas buscan ayuda terapéutica. En efecto, este dolor puede estar avisándonos que algo anda mal con nosotros, en especial si es un dolor constante que nos impide disfrutar de las cosas buenas de la vida.
En este punto debemos reflexionar acerca de las diferencias entre el dolor normal, natural, y el dolor que podríamos considerar “neurótico”. Dolor normal es aquel que es parte de la vida y que experimentamos cada vez que despedimos un ser querido, que causamos un daño, o que empatizamos con nuestro prójimo que está sufriendo. No sentir nada de ese dolor sería anormal y deberíamos preocuparnos. Es el dolor que se produce por una pérdida real, verdadera.
No obstante, el dolor neurótico se caracteriza porque no corresponde a la pérdida real sino en un mínimo porcentaje. Se caracteriza más bien porque aquí la pérdida es fantaseada. Por ejemplo, al terminar una relación de pareja, un muchacho sufre desesperadamente porque siente que nunca más va a poder amar, que el destino está en su contra, que las mujeres son todas iguales, que el amor es sinónimo de desilusión, etc. Todo aquello que lo hace sufrir y que vuelve una y otra vez a su mente, es sin lugar a dudas una fantasía. No corresponde a la pérdida real ni al evento real acaecido. Las causas verdaderas de ese dolor pueden hallarse revisando la historia del paciente y los complejos que han dominado su accionar durante su vida. La dinámica inconsciente que subyace al hecho real de la pérdida de seguro contiene en sí misma las causas del dolor. Por ejemplo, alguien que tiene el hábito de ilusionarse en el amor y llenar su mente de expectativas y proyectos, ya ha sembrado las semillas del dolor. Confunde ilusión con fe, confianza y amor. El resultado será que tarde o temprano se desilusionará y sufrirá; todas aquellas ilusiones y expectativas no cumplidas le pasarán la cuenta y es probable que desarrolle una depresión, donde se recriminará incluso por hechos del pasado, o culpándose a sí misma. El mundo está lleno de personas que edifican su vida en torno a fantasías e ilusiones que se destrozan una y otra vez frente a la realidad. No estamos diciendo que uno deba aplanar sus emociones y sus sentimientos. Por el contrario, creemos firmemente en el hecho de que la realidad posee magia y encanto en sí misma, y que no es necesario edificar ilusiones para convencernos de que somos felices. Finalmente el dolor es el indicador más fuerte de si nuestra vida va por el camino correcto o no.
Las canciones, la poesía e incluso las expresiones religiosas ponen de relieve el dolor como una experiencia básica e ineludible de todos nosotros. El dolor también puede indicarnos que algo en nuestra vida anda mal, como ocurre con el dolor físico que es un aviso a que algo está atentando contra la salud o integridad de nuestro cuerpo.
El dolor psicológico, aquél que muchas veces interpretamos como angustia o como sufrimiento, es la razón por la que muchas personas buscan ayuda terapéutica. En efecto, este dolor puede estar avisándonos que algo anda mal con nosotros, en especial si es un dolor constante que nos impide disfrutar de las cosas buenas de la vida.
En este punto debemos reflexionar acerca de las diferencias entre el dolor normal, natural, y el dolor que podríamos considerar “neurótico”. Dolor normal es aquel que es parte de la vida y que experimentamos cada vez que despedimos un ser querido, que causamos un daño, o que empatizamos con nuestro prójimo que está sufriendo. No sentir nada de ese dolor sería anormal y deberíamos preocuparnos. Es el dolor que se produce por una pérdida real, verdadera.
No obstante, el dolor neurótico se caracteriza porque no corresponde a la pérdida real sino en un mínimo porcentaje. Se caracteriza más bien porque aquí la pérdida es fantaseada. Por ejemplo, al terminar una relación de pareja, un muchacho sufre desesperadamente porque siente que nunca más va a poder amar, que el destino está en su contra, que las mujeres son todas iguales, que el amor es sinónimo de desilusión, etc. Todo aquello que lo hace sufrir y que vuelve una y otra vez a su mente, es sin lugar a dudas una fantasía. No corresponde a la pérdida real ni al evento real acaecido. Las causas verdaderas de ese dolor pueden hallarse revisando la historia del paciente y los complejos que han dominado su accionar durante su vida. La dinámica inconsciente que subyace al hecho real de la pérdida de seguro contiene en sí misma las causas del dolor. Por ejemplo, alguien que tiene el hábito de ilusionarse en el amor y llenar su mente de expectativas y proyectos, ya ha sembrado las semillas del dolor. Confunde ilusión con fe, confianza y amor. El resultado será que tarde o temprano se desilusionará y sufrirá; todas aquellas ilusiones y expectativas no cumplidas le pasarán la cuenta y es probable que desarrolle una depresión, donde se recriminará incluso por hechos del pasado, o culpándose a sí misma. El mundo está lleno de personas que edifican su vida en torno a fantasías e ilusiones que se destrozan una y otra vez frente a la realidad. No estamos diciendo que uno deba aplanar sus emociones y sus sentimientos. Por el contrario, creemos firmemente en el hecho de que la realidad posee magia y encanto en sí misma, y que no es necesario edificar ilusiones para convencernos de que somos felices. Finalmente el dolor es el indicador más fuerte de si nuestra vida va por el camino correcto o no.
No hay comentarios:
Publicar un comentario