Empatía es un término creado durante el s. XX para designar una conducta o actitud, y a veces una cualidad, que nos permite ponernos en el lugar del otro; literalmente “sentir con el otro”. Sentir lo que el otro está sintiendo.
Diversos autores han destacado la importancia de la empatía en el desarrollo integral del ser humano (véase "La Inteligencia Emocional", de Goleman) y la han llevado al terreno de habilidad esencial, prácticamente lo que nos hace humanos. En efecto, los alcances de la empatía nos permiten ser optimistas con respecto a nuestras posibilidades como especie. Quiere decir que podemos hablar de amor y afecto como algo real en nuestras relaciones. Incluso algunos pensadores han insistido a lo largo de la historia que el ser humano es un lobo para otros seres humanos y que la razón por la que nos relacionamos unos con otros es el miedo.
La empatía, por el contrario, parece tener bases biológicas. Dos personas que mantienen una conversación íntima poco a poco van homologando sus gestos, tono de voz e incluso sus ondas cerebrales. Y esto ocurre desde muy pequeños.
La empatía en verdad nos permite sentirnos acompañados, entendidos, comprendidos. Lo contrario de eso es la soledad existencial llevada a un extremo donde podríamos declarar que cada cual es cada cual y nadie puede saber realmente lo que siente o piensa el otro. Cuando amamos o nos enamoramos, nos sentimos parte de otro, tal como si compartiéramos pensamientos y sentimientos, aún no siendo uno la otra persona. Eso lo logramos porque tenemos la capacidad de ser empáticos y, a partir de eso, comprender el hecho de que el otro tiene sus sentimientos, pensamientos y que es tan válido como nosotros en la convivencia. Quienes quieran profundizar en esto que estamos diciendo pueden leer la obra del biólogo chileno Humberto Maturana quien habla de la “Biología del Amor”.
Un proceso terapéutico puede que se inicie porque la persona sienta que sus relaciones no avanzan, o porque se sienta solo o vacío con los demás. Es posible que experimente algunas de las variantes que a veces se relacionan con la Empatía, como Simpatía, Apatía o Antipatía. En el primer caso la Simpatía se confunde con la Empatía pero se caracteriza por su actitud sentimental y condescendiente que nada tiene que ver con la verdadera empatía. Significa que entendemos al otro, pero olvidamos nuestro propio punto de vista. Amamos a los demás pero olvidamos amarnos a nosotros mismos. Puede desembocar en tristeza y depresión. En el caso de la Apatía, experimentamos indiferencia y negación hacia los otros; podemos incluso llegar a tratarlos como un objeto. Puede que nos desensibilicemos a las necesidades, propias y de otros. En la Antipatía vivimos en el conflicto constante; caemos en la competición constante y la emoción predominante es la rabia.
Educarnos en la empatía significa desarrollar la habilidad complementaria de la asertividad. Juntas ambas habilidades las podríamos ilustrar con la siguiente frase: “Primero siempre intentar comprender al otro (empatía) para luego ser capaz de hacernos entender por él (asertividad).
Entre los trastornos de la empatía hallamos toda la gama de las conductas psicopáticas y las perversiones. Psicópatas y perversos tienen dificultades (y a veces total imposibilidad) de ponerse en el lugar de otros (por ejemplo, las víctimas de un psicópata). Como resultado muchos crímenes o conductas antisociales se cometen sin que exista culpa o arrepentimiento.
Personas narcisistas también tienen dificultades, aunque a menudo en menor grado, con sentir empatía. Suelen transformar a la otra persona en una “cosa” y terminan usándola para satisfacer sus deseos y necesidades. El resultado es que posteriormente se sienten vacíos y solos, con sensación de pérdida de sentido en la vida y en sus relaciones.
En una terapia es importante desarrollar una comprensión acabada de qué significa ser empático de verdad. A menudo es necesario trabajar sobre los complejos narcisistas que traemos desde la infancia. Preparar nuestro lenguaje y entrenarnos para demostrar empatía es igualmente imprescindible. Una parte importante de la terapia será aprender primero a empatizar con nosotros mismos, despertando a nuestra propia capacidad de sentir afecto (por nosotros primero y los demás después)
Diversos autores han destacado la importancia de la empatía en el desarrollo integral del ser humano (véase "La Inteligencia Emocional", de Goleman) y la han llevado al terreno de habilidad esencial, prácticamente lo que nos hace humanos. En efecto, los alcances de la empatía nos permiten ser optimistas con respecto a nuestras posibilidades como especie. Quiere decir que podemos hablar de amor y afecto como algo real en nuestras relaciones. Incluso algunos pensadores han insistido a lo largo de la historia que el ser humano es un lobo para otros seres humanos y que la razón por la que nos relacionamos unos con otros es el miedo.
La empatía, por el contrario, parece tener bases biológicas. Dos personas que mantienen una conversación íntima poco a poco van homologando sus gestos, tono de voz e incluso sus ondas cerebrales. Y esto ocurre desde muy pequeños.
La empatía en verdad nos permite sentirnos acompañados, entendidos, comprendidos. Lo contrario de eso es la soledad existencial llevada a un extremo donde podríamos declarar que cada cual es cada cual y nadie puede saber realmente lo que siente o piensa el otro. Cuando amamos o nos enamoramos, nos sentimos parte de otro, tal como si compartiéramos pensamientos y sentimientos, aún no siendo uno la otra persona. Eso lo logramos porque tenemos la capacidad de ser empáticos y, a partir de eso, comprender el hecho de que el otro tiene sus sentimientos, pensamientos y que es tan válido como nosotros en la convivencia. Quienes quieran profundizar en esto que estamos diciendo pueden leer la obra del biólogo chileno Humberto Maturana quien habla de la “Biología del Amor”.
Un proceso terapéutico puede que se inicie porque la persona sienta que sus relaciones no avanzan, o porque se sienta solo o vacío con los demás. Es posible que experimente algunas de las variantes que a veces se relacionan con la Empatía, como Simpatía, Apatía o Antipatía. En el primer caso la Simpatía se confunde con la Empatía pero se caracteriza por su actitud sentimental y condescendiente que nada tiene que ver con la verdadera empatía. Significa que entendemos al otro, pero olvidamos nuestro propio punto de vista. Amamos a los demás pero olvidamos amarnos a nosotros mismos. Puede desembocar en tristeza y depresión. En el caso de la Apatía, experimentamos indiferencia y negación hacia los otros; podemos incluso llegar a tratarlos como un objeto. Puede que nos desensibilicemos a las necesidades, propias y de otros. En la Antipatía vivimos en el conflicto constante; caemos en la competición constante y la emoción predominante es la rabia.
Educarnos en la empatía significa desarrollar la habilidad complementaria de la asertividad. Juntas ambas habilidades las podríamos ilustrar con la siguiente frase: “Primero siempre intentar comprender al otro (empatía) para luego ser capaz de hacernos entender por él (asertividad).
Entre los trastornos de la empatía hallamos toda la gama de las conductas psicopáticas y las perversiones. Psicópatas y perversos tienen dificultades (y a veces total imposibilidad) de ponerse en el lugar de otros (por ejemplo, las víctimas de un psicópata). Como resultado muchos crímenes o conductas antisociales se cometen sin que exista culpa o arrepentimiento.
Personas narcisistas también tienen dificultades, aunque a menudo en menor grado, con sentir empatía. Suelen transformar a la otra persona en una “cosa” y terminan usándola para satisfacer sus deseos y necesidades. El resultado es que posteriormente se sienten vacíos y solos, con sensación de pérdida de sentido en la vida y en sus relaciones.
En una terapia es importante desarrollar una comprensión acabada de qué significa ser empático de verdad. A menudo es necesario trabajar sobre los complejos narcisistas que traemos desde la infancia. Preparar nuestro lenguaje y entrenarnos para demostrar empatía es igualmente imprescindible. Una parte importante de la terapia será aprender primero a empatizar con nosotros mismos, despertando a nuestra propia capacidad de sentir afecto (por nosotros primero y los demás después)
MUY INTERESANTE !!! :)
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