El cambio de valores es una consecuencia natural del cambio que sufren las personas en la vida, por ejemplo a través del duelo o las crisis. Sin embargo, las personas también cambian sus valores a través de la terapia, lo que es inevitable.
No se trata de que renunciemos a nuestros valores, preferencias o forma de ser. En ningún caso es negar los sentimientos y las convicciones de una persona. Lo que ocurre realmente es una ampliación del espectro donde esos valores se aplican en la práctica. Si una persona tiene como valor la confianza, pues descubre que hay más maneras de vivir la confianza de las que él se había imaginado antes. Descubre que el valor no es tan concreto como en un principio pensó, pero ningún caso debe renunciar a ese valor.
Muchas veces ocurre que las personas creen que un problema psicológico se origina por un “exceso” de algún valor, virtud o cualidad positiva en ellos. La gente exclama “mi problema es que soy demasiado confiado” o “lo que pasa es que amo demasiado” o “no debería ser tan idealista”. Con esto sólo consiguen entrar en un conflicto con ellos mismos justo en aquellas áreas que son su mejor contribución. Suponen que la solución es restar virtud, que deben ser menos confiados, entregados o idealistas, por ejemplo.
Nosotros en la terapia sabemos que nunca podemos hallar una solución buena para el paciente que signifique restar. Nuestra máxima de trabajo es “nunca restar”, sino siempre ayudar a sumar.
El problema radica en que las personas no percibimos, debido a nuestro pensamiento dualista, que dos virtudes no tienen por qué ser opuestas entre sí. Por ejemplo, hay muchos dichos que resumen aquello, como “Lo cortés no quita lo valiente”, sólo por mencionar alguno. En ese sentido podemos hablar de virtudes o valores complementarios en lugar de contrapuestos. El problema no consiste en restar al valor que ya está desarrollado sino en desarrollar el valor que nos falta, complementario. Por ejemplo, una persona que ha tenido problemas por confiar en la gente puede que no haya desarrollado aún virtudes que complementan la confianza, por ejemplo, ser perspicaz, precavido. Alguien que dice que su problema es que ama o entrega demasiado puede que aún no haya comprendido que debe aprender ahora a desarrollar amor y entrega hacia sí mismo. El error es pensar que una le resta a la otra. A menudo en terapia se puede observar a personas que dicen: “Me he preocupado mucho de los demás; ahora debo preocuparme de mí mismo” y muchas veces en la solución que dan ellos sienten que deben dejar de preocuparse por los demás. Ahí revelan que tienen un mundo dividido, estar con otros es para ellos lo opuesto de estar consigo mismos. La pregunta es: ¿son realmente contrapuestos? ¿Acaso no es posible estar con otros al mismo tiempo que se está con uno mismo? ¿Preocuparse por otros a la vez que por uno mismo? Cuando logras comprender que no son opuestos, que somos libres de crecer de modo ilimitado, los conflictos desaparecen y la persona empieza a sanarse. Adquiere madurez. Como tiene valores complementados ya no cae en el totalitarismo o en el fanatismo y las obsesiones son cada vez más raras en él. Puede que diga: ser espiritual no quita preocuparse por lo material y viceversa. Tener una identidad masculina no significa que pueda tener algo de femenino, etc. Finalmente lo que hacemos es enriquecer nuestro mundo de posibilidades en vez del modelo empobrecido y estereotipado de nuestras enfermedades psicológicas. Nos desarrollamos en lo valórico tanto como en lo demás.
No se trata de que renunciemos a nuestros valores, preferencias o forma de ser. En ningún caso es negar los sentimientos y las convicciones de una persona. Lo que ocurre realmente es una ampliación del espectro donde esos valores se aplican en la práctica. Si una persona tiene como valor la confianza, pues descubre que hay más maneras de vivir la confianza de las que él se había imaginado antes. Descubre que el valor no es tan concreto como en un principio pensó, pero ningún caso debe renunciar a ese valor.
Muchas veces ocurre que las personas creen que un problema psicológico se origina por un “exceso” de algún valor, virtud o cualidad positiva en ellos. La gente exclama “mi problema es que soy demasiado confiado” o “lo que pasa es que amo demasiado” o “no debería ser tan idealista”. Con esto sólo consiguen entrar en un conflicto con ellos mismos justo en aquellas áreas que son su mejor contribución. Suponen que la solución es restar virtud, que deben ser menos confiados, entregados o idealistas, por ejemplo.
Nosotros en la terapia sabemos que nunca podemos hallar una solución buena para el paciente que signifique restar. Nuestra máxima de trabajo es “nunca restar”, sino siempre ayudar a sumar.
El problema radica en que las personas no percibimos, debido a nuestro pensamiento dualista, que dos virtudes no tienen por qué ser opuestas entre sí. Por ejemplo, hay muchos dichos que resumen aquello, como “Lo cortés no quita lo valiente”, sólo por mencionar alguno. En ese sentido podemos hablar de virtudes o valores complementarios en lugar de contrapuestos. El problema no consiste en restar al valor que ya está desarrollado sino en desarrollar el valor que nos falta, complementario. Por ejemplo, una persona que ha tenido problemas por confiar en la gente puede que no haya desarrollado aún virtudes que complementan la confianza, por ejemplo, ser perspicaz, precavido. Alguien que dice que su problema es que ama o entrega demasiado puede que aún no haya comprendido que debe aprender ahora a desarrollar amor y entrega hacia sí mismo. El error es pensar que una le resta a la otra. A menudo en terapia se puede observar a personas que dicen: “Me he preocupado mucho de los demás; ahora debo preocuparme de mí mismo” y muchas veces en la solución que dan ellos sienten que deben dejar de preocuparse por los demás. Ahí revelan que tienen un mundo dividido, estar con otros es para ellos lo opuesto de estar consigo mismos. La pregunta es: ¿son realmente contrapuestos? ¿Acaso no es posible estar con otros al mismo tiempo que se está con uno mismo? ¿Preocuparse por otros a la vez que por uno mismo? Cuando logras comprender que no son opuestos, que somos libres de crecer de modo ilimitado, los conflictos desaparecen y la persona empieza a sanarse. Adquiere madurez. Como tiene valores complementados ya no cae en el totalitarismo o en el fanatismo y las obsesiones son cada vez más raras en él. Puede que diga: ser espiritual no quita preocuparse por lo material y viceversa. Tener una identidad masculina no significa que pueda tener algo de femenino, etc. Finalmente lo que hacemos es enriquecer nuestro mundo de posibilidades en vez del modelo empobrecido y estereotipado de nuestras enfermedades psicológicas. Nos desarrollamos en lo valórico tanto como en lo demás.
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