Todo proceso de terapia psicológica se enlaza con un desarrollo desde el punto de vista espiritual. No obstante, debemos ser enfáticos y decir que el término espiritual ha sufrido diferentes usos y abusos por parte de la literatura y de muchos sistemas y prácticas que se dicen a sí mismos “espirituales” o “transpersonales”. El psicólogo y estudioso estadounidense Ken Wilber ya habló de esto cuando propuso los términos “prepersonal” y “transpersonal” como una manera de evitar la confusión que se genera en las personas cuando se refieren a las experiencias espirituales o al desarrollo espiritual. Él establece claramente una diferencia y señala que cualquier intento por desarrollarse espiritualmente será benéfico en la medida en que la persona haga un esfuerzo previo o paralelo por superar sus conflictos psicológicos básicos o “prepersonales”. En ese sentido, hemos conocido muchos casos de gurúes, sacerdotes, o personas con apariencia e intenciones altamente “espirituales” que sin embargo han caído en síntomas o enfermedades psicológicas graves, como el abuso sexual, el fanatismo, violencia física o psicológica, misoginia, etc. En una escala más pequeña, todos sabemos que muchas veces, pese a nuestros esfuerzos por meditar, hacer yoga o cualquier otro tipo de práctica espiritual o religiosa, sufrimos igual de depresiones, obsesiones y manías, tal como le ocurre a mucha gente sin intereses espirituales. Puede que suframos mucho por la pérdida de una pareja; puede que nos sintamos solos, o defraudados, o que tengamos ataques de celos, o angustia. En todos los casos estamos frente a conflictos “prepersonales” que se nos presentarán paralelamente a nuestros intentos por progresar espiritualmente. Un trastorno muy común es ver personas con grandes intereses y talentos espirituales o artísticos por un lado, pero con incapacidad para tener un trabajo estable, o ganarse la vida, o mantener relaciones significativas con otros. Esas personas no deben abandonar su vida espiritual; más bien, deben solucionar aspectos prácticos o básicos de la vida que son obstáculos en otros ámbitos.
Los alquimistas medievales tenían una frase que resumía muy bien ese punto; ellos decían que “quien quiere subir, debe aprender a bajar” en alusión a que el que quiere progresar espiritualmente debe revisar sus aspectos oscuros o “sombra” psicológica. Esto puede ser difícil y se aleja de los ideales de paz, luz y tranquilidad a los que mucha gente espiritual aspira, mas es el único camino, o de lo contrario las crisis y conflictos personales nos golpearán una y otra vez impidiéndonos cualquier avance.
En el contexto de una terapia psicológica, empero, cultivar o practicar un enfoque espiritual puede ser de gran ayuda para dar sentido a los esfuerzos que se realizan por alcanzar un cambio positivo.
Los alquimistas medievales tenían una frase que resumía muy bien ese punto; ellos decían que “quien quiere subir, debe aprender a bajar” en alusión a que el que quiere progresar espiritualmente debe revisar sus aspectos oscuros o “sombra” psicológica. Esto puede ser difícil y se aleja de los ideales de paz, luz y tranquilidad a los que mucha gente espiritual aspira, mas es el único camino, o de lo contrario las crisis y conflictos personales nos golpearán una y otra vez impidiéndonos cualquier avance.
En el contexto de una terapia psicológica, empero, cultivar o practicar un enfoque espiritual puede ser de gran ayuda para dar sentido a los esfuerzos que se realizan por alcanzar un cambio positivo.
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